Día del Libro
La Organización de las Naciones Unidas ha declarado el 23 de abril como el Día Mundial del Libro, la fecha fue escogida porque, en un día como hoy en 1616, coincidentemente, fallecieron Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, además del nacimiento o la muerte de otros cultores del arte universal de la literatura. El objetivo de la conmemoración es el de motivar, a todas las personas y en especial a la juventud, a inclinarse por el hábito de la lectura, aquella cualidad que con tanto acierto cultivaron y en muchos casos nos inculcaron, nuestros mayores y que hoy a pesar de sus cualidades, es sustituida por la televisión y aún con mayor intensidad por el Internet, pero no precisamente por las libros virtuales o las páginas que nos trasmiten conocimientos y experiencias de otros seres, en otros tiempos y lugares, así sea producto de la fantasía de sus autores que en todo caso lo hacen apoyados en la vida de otras personas. Si bien los índices estadísticos de nuestro país, en cuanto a los esfuerzos por la alfabetización, se manifiestan en forma satisfactoria en las cifras que en el giro de algunos años, nos muestran que hubo grandes avances, en la práctica, parece no suceder lo mismo. En alguna oportunidad, hemos escuchado con preocupación, hablar del llamado analfabetismo en desuso, es decir que aquellas personas que recibieron la capacidad de acceder a esta práctica, luego la perdieron por la falta de aplicación; volvieron a caer en el analfabetismo, por no haber practicado lo suficiente. El Gobierno nos manifestaba en algún momento que el país había dejado de ser analfabeto y que hoy la alfabetización es una realidad, para todos los bolivianos, es un sueño que bien merecer ser realidad, pero que lamentablemente tiene muy poco de verdad. Haber aprendido a escribir Patria o Muerte, para luego pintarlo en las paredes o escuchar algunas anécdotas de la vida del Ché Guevara, de parte de los alfabetizadores cubanos, además de ser una inversión de Gobierno que pago parte de los recursos del erario nacional, para que los hermanos de la isla puedan enviar algo de dinero a su familia en el paraíso, los resultados no fueron muy satisfactorios. Y como si eso fuera poco, hoy los gobernantes están empeñados en que los bolivianos aprendan aymará, quechua o guaraní. Tenemos al seguridad de que será muy difícil que luego, puedan encontrar libros escritos en esas lenguas, para ampliar sus conocimientos sobre la literatura universal y sobre la vida de los libertadores que hace doscientos años luchaban, en forma denodada, por dejarnos una patria cuya libertad vemos hoy en peligro, por las veleidades de un socialismo sin norte y sin rumbo. Consideramos que sería mucho más importante, transmitir la lengua de Cervantes, del que hablábamos al comenzar la nota, para conocer todo lo que se ha escrito sobre nuestros antepasados, americanos o europeos y luego puedan también encontrar algunos textos de enseñanza, sobre la lengua de Shakespeare, para poder tener acceso a otras fuentes de conocimientos, no necesariamente de los países capitalistas; no deberíamos dejar de conocer que esa lengua se habla en gran parte del África, del medio y del lejano orientes y que al presente, es la más difundida en el mundo. De esa manera, podríamos conseguir que los sesudos discursos sobre la Coca Cola, la comida balanceada para los pollos y los envases de plástico, puedan ser comprendidos sin necesidad de malos traductores que como muchos de nosotros, no lograron interpretar el verdadero sentido del mensaje.
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